sábado, 15 de junio de 2013

David Lynch, el James Stewart de Marte (4) - Dune, el durmiente debe despertar

“Asumo el fracaso. Son tres años de mi vida y una decepción. Al principio estaba persuadido de su viabilidad, pero pronto acepté mi equivocación. Mi error consistió en intentar gustar a todo el mundo antes que a mi mismo. Eran demasiados compromisos. Y paulatinamente me envolví en un proyecto que no era el mío”.


En 1981 Francis Ford Coppola, aprovechando el éxito de las dos entregas de “El Padrino y el fenómeno de “Apocalypse Now”, intentó revolucionar el proceso de realización de filmes dentro de la industria hollywoodiense y “fichó” a algunos de los más interesantes realizadores de la época para su propia productora, American Zoetrope. Durante un período de ensueño, directores como Wim Wenders, Werner Herzog o Dusan Makavejev parecían tener carta blanca para llevar a cabo cualquier locura. Coppola también invitó a Lynch al Nappa Valley en San Francisco, sede de Zoetrope, y Lynch se propuso su proyecto “Ronnie Rocket”. Parecía que por fin se iba a llevar a cabo. “Para mi fue una temporada magnífica, bien instalado, con absoluta libertad. Se estaba de maravilla. Recuerdo que al poco de llegar, un día vino Francis a mi despacho y me dijo si me hacía falta algo. Le dije que tenía por costumbre trabajar con música y pregunté si tenían por allí un aparato de radio o algo parecido. Inmediatamente llamó a uno de sus ayudantes y le mandó comprar un equipo de alta fidelidad impresionante. Media hora después mi despacho parecía una discoteca”. Lynch abandonó el barco antes de que se hundiera, viendo que en aquel lugar no se iba a ninguna parte. “Todo el mundo que había por allí quería trabajar, se morían de ganas por hacer cosas, pero no había nadie para organizarlos. Nunca en mi vida había visto tanto potencial para que algo increíble sucediera, pero, por desgracia, no había nadie organizándolo. Al principio, Coppola tenía grandes sueños para aquel lugar, y todos los que le visitaban le decían: “Francis, tío, lo que tienes aquí es único”. Pero luego, una vez entrabas dentro y te sentabas en una de esas terracitas tan agradables, empezabas a darte cuenta de que no iba a pasar nada, porque no había nadie allí para mover el tinglado y decirle a cada uno lo que tenía que hacer”. Poco después, la American Zoetrope quebraba debido al estrepitoso fracaso de Corazonada. Por aquellos tiempos el productor Richard Roth intentó contratar al director de Montana para que llevara a la pantalla Hunter, adaptación de la novela “El dragón rojo de Thomas Harris (1), aunque las negociaciones no fructificaron. También es en 1981 cuando empieza a trabajar en un libreto que acabará convirtiéndose en “Terciopelo Azul”.

En 1965 salió publicada la novela “Dune”, escrita por Frank Herbert, que había aparecido previamente seriada en la revista “Astounding Science Fiction”. Fue un éxito impresionante y se convirtió rápidamente en un mito de la cultura hippie, amén de ser un material apetecible para cualquier productor. Arthur P. Jacobs, uno de los más reputados por aquel entonces, en gran parte debido al éxito de la saga “El planeta de los simios”, se hizo con los derechos de la novela por un tiempo limitado a nueve años. Su fallecimiento, antes de que hubiese encontrado un director, provocó que el proyecto quedase en el limbo. Pasados los nueves años Michel Seydoux compra los derechos y oferece la posibilidad de dirigirla a Alejandro Jodorowsky. Este reclutó a un equipo impresionante para llevar a cabo el proyecto. Una pequeña muestra: Dan O’ Bannon se encargaría de los efectos especiales (2), Magma y Pink Floyd compondrían la banda sonora, H. R. Giger los diseños, y el reparto estaría compuesto, entre otros, por David Carradine, como Leto Atreides, y Salvador Dalí como el Emperador Shadam IV. Sin embargo, el presupuesto se disparará casi antes de empezar a hacer cálculos y deben desistir (3). En 1980 es Dino De Laurentiis quién compra los derechos, esta vez no de la novela, sino de la saga al completo, después de una ardua negociación con su autor. La posibilidad de dirigir el proyecto se le ofrece a Ridley Scott, el cual visualiza un proyecto cargado de efectos especiales. Esto choca con DeLaurentiis, que en sus propias palabras buscaba un film con corazón y dimensión. Es entonces cuando su hija Raffaela le sugiere el nombre de David Lynch.




Fue durante la época de la ceremonia de los Oscars de 1980 cuando se produjo el primer contacto entre Lynch y DeLaurentiis. “Dino está interesado en mi por culpa de “El hombre elefante”, decía en aquella época, “quiere hacer una película de ciencia ficción pero no sobre naves espaciales y rayos láser. Quiere hacer algo muy real y creíble”. A decir verdad, este primer contacto ya dio a entender el poco entendimiento que tendrían director y productor durante el rodaje: “Cuando Dino me llamó desde su oficina me preguntó si había leído “Dune” y yo entendí “June”.


Lynch leyó rápidamente el libro y aceptó el encargo. Tras reescribir el guión una, y otra, y otra vez finalmente logró ponerse de acuerdo con Frank Herbert sobre como sería definitivamente la película. Con un presupuesto de cuarenta millones de dólares (uno de los más altos de la época), setenta sets de rodaje, setecientos técnicos, una cifra inalcanzable de extras y cincuenta y tres personajes relevantes, nuestro todavía joven director se vio envuelto en lo que no tardaría en convertirse en una pesadilla.




Y eso que el proyecto lo tenía todo para convertirse en un exitazo. Para empezar, un reparto de campanillas que incluía a actores de las más diversas procedencias: Francesca Annis, Max Von Sydow, Sting (al que Lynch había conocido en los estudios Zoetrope), Sean Young, Silvana Mangano, Patrick Stewart (4) y un joven y prometedor actor recién salido de los escenarios llamado Kyle MacLachlan, que iba a ponerse en la piel del protagonista de la saga, Paul Atreides. El equipo también era de lujo, sobre todo en lo que respecta a los efectos especiales: Carlo Rambaldi ( “King Kong”, “Alien”, “E.T. el extraterrestre”) construyó las criaturas, John Dykstra (“Star Trek: la película”, “La guerra de las galaxias”) fue contratado como supervisor de efectos especiales, aunque abandonaría debido a “diferencias creativas”, tarea que finalmente pasaría a manos de la joven promesa Barry Nolan. Albert Whitlock (“Los Pájaros”, “La Cosa”) hizo los efectos especiales adicionales. El arte conceptual fue desarrollado por Mentor Huebner (“Blade Runner”) y George Jensen (“El retorno del Jedi”), mientras que los efectos físicos y la maquetación los diseñó Kit West (“En busca del arca perdida”). Un verdadero equipazo, aunque de difícil necesidad para un título “muy real y creíble”.


La historia de “Dune” no es imposible de trasladar a la pantalla, tal y como se ha dicho, y de hecho si hubieran dejado a Lynch el corte final del metraje en toda su extensión nos habríamos acercado bastante más. En el año 10.191, dos familias, los Atreides del planeta Caladan, y los Harkonnen de Giedi Prime luchan por hacerse con el control de la especia, que solo se encuentra en el mundo desértico de Arrakis, también llamado “Dune”. Paul Atreides, el hijo del Duque de Caladan, está llamado a convertirse en el Kisetch Haderach, el nuevo mesías que llevará el agua a Dune (5), el primer paso de una carrera que le llevará a proclamarse Emperador del Universo. Es una información que Paul ignora pero que sospechan los Navegantes de la Cofradía, una raza de seres con el don de la presciencia mutados por la especia que controlan al Emperador actual, Paddisah Shaddam IV. Provocando, a través de una conspiración, en alianza con los Harkonnen, la casi completa destrucción de la casa Atreides (intentando eliminar al joven heredero y así evitar que se cumpla la profecía), Paul y su madre Jessica, abandonados en los desiertos de Dune y dados por muertos por sus enemigos, se unirán a los Fremen, los nativos del planeta. Paul se convertirá en su líder y les llevará a la victoria sobre el Emperador y los Harkonnen, a la vez que va mutando gracias a la especia, cumpliendo la profecía.




Durante el rodaje no se escatimaron medios. Por citar un ejemplo, para alimentar a los miembros del equipo se gastaron un total de 20.000 dólares (el total del coste de producción de “Cabeza borradora”). Finalmente el tiempo de trabajo en México se extendió un año entero, mucho tiempo de separación para Lynch de su familia. Demasiada gente, demasiado tiempo, demasiados intereses, en fin: demasiado estrés. El rodaje también tuvo su parte positiva, el descubrimiento de futuros colaboradores, como MacLachlan o Everett McGill, se reencontraría con viejos conocidos como el actor Freddie Jones o Freddie Francis, ya desde entonces uno de sus directores de fotografía habituales, y en especial lograría darle un papel a su amigo Jack Nance (6): “Cuando hablo de “Dune” – recordaba el malogrado actor en 1991 en una entrevista a la revista Starlog- siempre digo que interpreté a un perchero, porque lo único que recuerdo es que me pasaba la vida de pie. Estuve meses enteros en el rodaje…”

Una vez la película estuvo finalizada, se mostró un pase privado de dos horas y media a los miembros del rodaje, aun siendo una versión a la cual le faltaban numerosos efectos especiales y las voces en off. La reacción de Frank Herbert fue de absoluta emoción: “siempre supe que vería “Dune”… algún día”.



La fiesta de fin de rodaje se celebraría el 27 de Enero de 1984 en los estudios Churubusco. A partir de entonces comenzó la masiva campaña publicitaria que le dio a la película la Universal Pictures. David Lynch, así como Rafaela DeLaurentiis y varios miembros del rodaje viajaron por el mundo para promocionar el filme. El director hizo su primera visita a España, más concretamente a Madrid, en Febrero de 1985. Por aquellos días defendía su proyecto con uñas y dientes: “Dune es tan extraña que simplemente provoca sorpresa. No es una película hecha con un criterio exclusivamente comercial. Tiene cosas “de” Lynch y eso a la crítica le parece bien. Y nadie podrá acusarme de no haber sido personal, porque, en mi opinión, todo pasa a través del director y es este quién da forma a todo, aunque las ideas no sean originalmente suyas”. La película, a pesar de su virtuosismo técnico, solo tuvo una nominación a los Oscar: mejor sonido.

Se llegó a preparar el proyecto de una secuela. Kyle MacLachlan había firmado un contrato para aparecer en todas las películas de la saga (un sueño para el por aquel entonces jovencísimo actor, ya que la novela había sido su biblia particular durante su adolescencia), Everett McGill en tres, y Francesca Annis en la tercera. Lo más curioso es imaginar un mundo paralelo donde hubiéramos tenido a Lynch dirigiendo secuela tras secuela de “Dune”.

Pero fue un fiasco en taquilla (en parte también debido a una mala campaña promocional que venía el título como una película de aventuras al estilo de la saga de George Lucas y a Sting como protagonista), y a la crítica en general tampoco le gustó demasiado. Para Lynch quizá fuera un fracaso personal, pero a pesar de todos los contras que se le puedan achacar (7), consiguió hacer algo completamente distinto en el género de la ciencia ficción.



En 1985 David Lynch empieza a dibujar la tira cómica “The Angriest Dog in the World”, publicada en los semanarios gratuitos L.A. Reader y New York’s Free Weekly Newspaper. La tira, que dejó de publicarse en 1992, mostraba siempre las mismas cuatro viñetas de un perro atado con una cadena (la última viñeta sucedía de noche), variando únicamente el ácido texto.

En 1987, para un pase privado de la TV estadounidense, se emitió una versión de tres horas y siete minutos de la película, mostrando un prólogo más largo narrado por una voz en off diferente a la de la Princesa Irulan (y con imágenes de unas ilustraciones del libro bastante horrorosas) y varias secuencias inéditas que habían sido eliminadas del anterior montaje. Esta versión no contó con la aprobación de Lynch (aunque el Sci Fi Channel la promocionase falsamente como “el montaje de David Lynch”) e hizo cambiar su nombre por el del ficticio Alan Smithee. En los créditos de guión aparece como Judas Booth (8). Aunque esta versión resulta un poco cutre (por ejemplo, el montaje musical entre escena y escena se solapa constantemente entre la música “original” y la “añadida”, que es el mismo tema, extraído del disco, pero solapándose y casuando un efecto musical, siendo generosos, feo), merece la pena verse por esa hora de escenas que fueron dirigidas por Lynch (9).




Notas


1. La dirigiría finalmente Michael Mann en 1986.
2. Años más tarde confesó que su trabajo en “Dune” por poco le provoca una crisis nerviosa, pero que usó mucho de lo que aprendió para los efectos de “Alien, el octavo pasajero”.
3. La historia del proyecto “Dune” de Alejandro Jodorosky es digna de tener su propio texto independiente, por que tuvo mucha, mucha miga. Vale la pena leerse el estupendo artículo publicado en su día en la edición española de Metal Hurlant, número 33, sobre el tema.
4. En el papel de Gurney Halleck que originalmente se le ofreció a Aldo Ray.
5. Y la guerra santa a la galaxia según las novelas, algo obviado en el film.
6. Nance, actor fetiche y amigo íntimo de Lynch, falleció el 30 de Diciembre de 1996, al recibir un disparo durante un atraco.
7. En un futuro, en un artículo analítico, no informativo.
8. John Wilkes Booth es el hombre que disparó a Lincoln, Judas el que traicionó a Jesucristo. Mucha mala uva…
9. Obviamente esta edición ya ha podido verse en DVD, en el momento en el que escribí el dossier tal tecnología no existía ni tan solo en mis más febriles sueños.

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